UNA CHINA EN TU ZAPATO

Cuando empezaste el camino era una chinita insignificante, soportable a pesar de ser una china. Se movía por dentro del zapato con total independencia, dueña de cualquier remoto espacio, menos que estorbar, hacía cosquillas, no llegando a ser agradable ni desagradable.
Algunos kilómetros después tus pies se hinchan del caminar y el espacio por el que la china divagaba se estrecha comenzándose a estancar esta en puntos clave, dolientes, de la fisionomia del pie, en el que cabe decir que están la mayoría de las terminaciones nerviosas del cuerpo.
Teniendo en cuenta esto, tres días de caminata después, la paranoia junto con el cansancio del divagar del caminante solitario y el doler físico de la diminuta piedrecilla, terminan por hacerte parar, sentarte, preguntar, quejarte, llorar las úlceras de lo que sólo era una diminuta piedrecilla.
No te laíste el manual del caminante. Mejor parar primero vaciar los zapatos y continuar el camino.
 

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