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Mostrando entradas de marzo, 2010

Días de hartura

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Las cosas que no se deberían hacer en esos días en los que una está tan hasta la coletilla de todo lo que al rededor divaga en forma de ser (o no ser, esa es la cuestión) son todas las que lleven a cabo un proceso decisivo entre un sí rotundo y un no rotundo, pasando por el a lo mejor, quizás, tal vez, nunca, jamás y otros adverbios de tiempo y de posibilidad (en el transcurso de los años me he vuelto tan tonta que ya no se si eso existe y aunque me suena vagamente, no soy capaz de determinar si es una imaginación de esta cabeza lunática. Por eso, en mi errar,que me perdonen los genios del idioma y toda esa gente de la RAE, a sabiendas de que soy semi-consciente del daño que le hago al léxico). Ni siquiera mandar a paseo a ese noviete a medias, ni tener un flirteo nocturno del que puedan surgir posteriores arrepentimientos, ni un flirteo diurno fabricado a base de sonrisas y coqueto parpadear sin químicas etílicas de por medio tan siquiera, ni prometer el oro y el moro, ni comenzar gra

una educación...

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Se desenvuelve una trama en la que unos padres desean convertir a su hija en una señorita sin mucho éxito pues la niña les ha salido un poco rebelde y adelantada a su tiempo. Elije los caminos fáciles sin darse cuenta de que no la pertenece todo lo que ansía o cree suyo, nisiquiera el hombre qu ela va convenciendo, que aunque se describe a lo largo de la cinta como un farsante, no es hasta el final cuando se desenmascara totalmente como tal al descubrirse que está casado. Final feliz, la niña en cuestión toma de nuevo las riendas de su vida en una dura lucha por reencaminarse a la universidad (una dura lucha resumida en apenas un minuto de imágenes y fondo musical de trama interesante) no muere nadie, nadie llora... pero es preocupante la interpretación a la que puede dar lugar la película en sí: niñas no seais malas, no os enamoreis de hombres más mayores porque puede que estén casados. En mi opinión son muchos más los fallos que comete la joven a lo largo de la película, fiándose del

DERECHO A NO ESTAR DISPONIBLE

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Exijo el derecho a no estar, a tener el móvil desconectado, la persiana bajada, la puerta cerrada. A no contestar, a no responder, a no atender, a pasar por el mundo de puntillas, como si no existiera, sin dejar huellas. Derecho a estar sin estar, a divagar pensando una en sus cosas, sin que nadie tenga vela en este entierro, haciendo partícipe a ninguno de la compañía de ninguna. Desde hace algún tiempo me viene apeteciendo dejar el móvil sonar a lo ancho y a lo largo del día sin inquietarme tan siquiera al pensar en qué hostias será lo que quiere quien sea que esté reclamando mi atención desde el otro lado del satélite. Sin nisiquiera distraerme de mi propia abstracción mirando a la nada. Derecho a no compartir este minuto con nadie o todo el día si me place. Hablad ahí fuera de lo que os de la gana que no me inmutaré, ni voy a parpadear porque tengo todo el derecho del mundo a que nadie disponga de mi, a no estar disponible.