MaS

Nadie se sorprende por cosas probables que pasan cada día. Atrae más el improbable, el imposible, el 1% con el que no contábamos, el revés de la vida, lo que es tan improbable que termina sucediendo. Todos queremos ser el blanco de la improbabilidad, a nadie le gustan las cosas fáciles, lo probable, lo que es seguro que ocurra, entre un 51% y un 49% ¿quién apostaría por el 51? ¿quién no simpatiza con ese 49? Nos dejamos columpiar por ese pequeño margen que hace que justo suceda hoy lo que ya no se andaba esperando: nieve en agosto, sol en febrero, hormigas en un 5º piso, mariposas en el estómago a estas alturas...

¿Quería ser tu ombligo, ese del que hablas? ¿y si lo que me gustaba de este juego es pensar que sí te importaba? ¿y si al final es verdad que me he equivocado? ¿que todos tenían razón? ¿qué no era fuerte? ¿que si me importas? ¿que me gustas? ¿que las flores no olían tan mal? ¿que sabina se queda contigo? ¿que no quiero volver a verte?

La del fondo siempre se rompe, o la primera siempre viene hecha migas, es lo que tiene estar al contacto con el mundo exterior, que amortiguan el dolor del resto, es lo que tiene ser la primera o la última galleta, la que sufre por las demás, la llamada galleta heroína, la que se despedaza sin remedio por no hacer daño a sus compañeras, la galleta mamá... la última en abandonar el paquete o la primera en hacerlo a modo de cereales toda desmigajada en la leche. (se me acaban de pasar por la cabeza aquellos años de galletas desmigajadas en la leche, lo que por otra parte nunca comprendí)... La galleta valiente, esa eres tú.

Ya te estaba esperando hace un rato cooo que te marchaste sin despedirte y esas cosas te constipan el alma y te dejan en un malestar extraño aun sabiendo que todo cura. Un mal catarro, ya salió el sol en nuestra placita entre el reino de aragón y castilla la vieja, y podemos volver al banco de tertulia como entonces, traeme conversación, yo pongo las chinchetas comestibles.

Se hace el interesante mientras anota en su libreta apuntes de lo reguapo que es o lo muy por encima que está de un mundo que intuye creado para contemplarle a él. Intenta deleitarnos con cultura todo a cien sacada de no se sabe qué programa de tele-basura. Se piensa con derecho a juzgar, a hablar de la gente, a perdonar vidas, a decirnos cuál es nuestro papel social y fundamental. Peca como el resto del mundo en lo de la paja del ojo ajeno, que la suya no la ve porque es de tal tamaño que no le deja ver de un ojo. Así nos viene el tuertito sin consciencia de ser tuertito como una mujer con el rimmel corrido, a corregir el maquillaje de las demás, o a comentarlo con aires de garndeza (¡mírese en el espejo pardiez!). Otro que se mira el ombligo (pensamos tres de tres) juzgando por encima como se merece quien así nos ha juzgado. Admitámoslo: le llamaríamos (¡claro que sí!), traicionando el instinto ofensivo, si ninguna de nosotras se fuera a enterar después, con el fin de deleitarnos en

El aire caliente amparado bajo las sombras de los edificios, los tubos de escape, los coches, los viejos dentro de los autobuses, las pipas en las tapas de los bares, los frutos secos en las tapas de los bares, los semáforos en rojo, los pies negros, las barras de sujección en el metro, el maquillaje, las piscinas sin zona verde, el asfalto, las obras a la hora de la siesta, la vecina tomando el sol con todas sus carnes al aire, las gafas oscuras que no me dejan saber con certeza si es a mi a quien miras, los cachitas en tirantes, las medias, el sabor de tus besos, el sudor que hace que resbale tu cuerpo sobre mi piel, las costuras de la ropa y a mi portero husmeando por mi ventana mientras riega el patio...

Más vale callar y parecer tonta que abrir la boca y demostrarlo... así nos pierde la lengua, tú por decir huachaferías y yo por no quedarme con las ganas e intentar igualarte sobre este escenario creando tal atmósfera teatral, tal exageración, que roza lo cómico. Nunca seré la niña mala ni me reiré de tus chorraditas hornamentales "tk, amor, corazón" y demás parafernalias de bodorrio cursi. Se busca una tía dura y yo no doy el perfil; por mucho que me meta en el papel siempre aflora la idiota que llevo dentro... no me incluya en el reparto ni se moleste en marcar el número de esta acriz aficcionada, oiga, que los tonos te sirvan de respuesta, aquí acabo este máster en desengaños sin poder engañar siquiera al público cuando sin lágrimas en los ojos te digo que te voy a echar de menos.

Volviste ¿y qué? sólo a lamentarte, a pedir a gritos que hablen por tí, que lo echen todo a perder por los dos. Ni a eso te atreves. Lo que no puede ser es imposible y nada más lejos de eso, si posible fue, posible es y seguirá siendo, hágase tu voluntad en tu casa o en la mía. Amén.

cuidarte del mundo del que no te has sabido defender estos años, olvidar lo aprendido y empeñarme en hacerte cambiar, me creo con derecho , con ganas suficientes, con valor de derrumbarme con tal de corregirte de corregirnos todos un poco... de aprender de enseñar. No has sido así conmigo y tendrás lo que no he tenido yo porque sí, absorbiendo mi vida como has heho con la de los demás pero sin doblegarme, no soy tu esposa, no soy tu madre, nisiquiera tu hija por más que queramos. Soy tu respuesta.

Cuando por casualidad cae en tus manos uno de esos libros de antaño, del año la polka y la cancamusa y por casualidad encuentras una esquinita doblada hace tantos años como generaciones tiene ese libro, todo humano, toda persona se empeña en enderezar el destino de la insignificante esquina, como si fuera algo incómodo, poco estético, de cuyo afán de remediar no se salvan ni maniáticos ni ordenados, no desordenados y normales tirando a desastrosos como yo. Entonces la página acostumbrada desde generaciones como bien digo, a su doblez, a la mala postura y al maltrato, de repente no se siente liberada, se siente tan extraña en esa postura tan correcta, que se resquebraja, ella no ha nacido para ser una página más, ha nacido para ser rara, la de la esquina doblada.

Pantalon oscuro o claro, sin estampados y largo, zapatos de tacón o de cuña o planos, pero siempre sin enseñar los dedos, ni el talón, cerrados por alante y por atras. Siempre es mejor una camisa o un polo en el caso de los hombres, pero si se tratase de una camiseta, nunca enseñando los hombros ni con mensajes sugerentes escritos, ni con estampados excesivamente llamativos, si acaso rayas o algo uniforme. El pelo pues recogido en una coleta o suelto uniforme y ordenadito sobre la cabeza, nada de despeinado. Y así nos presentamos todos como si fuéramos a misa un lunes muertos de calor con la solina que cae ahi fuera en un edificio acondicionado con aire acondicionado y unos despachos tan verdes pastel como tristes, rellenos de caras largas de señores con traje que nos van despachando uno a uno a los vestidos de domingo, vestidos para la ocasión, para que nos den una patada en el culo.