De galletas


Ahí renuncio a la última galleta que me mira con tristeza desde su bolsita implorando no quedarse sola.

-Hay que saber quedarse solita, mona- la reprocho cerrando el paquete.

Son demasiadas galletas para un postre y tengo que mirar por mí antes que por su vidriosa mirada.

Están estupendas estas galletas y me resulta imposible comerme sólo una, pero por lo visto, esta vez eran impares y la pobre galleta se ha quedo solita en la oscuridad de su paquete y no sé si sabrá estar solita, pero a la fuerza aprenderá a esperar con dignidad a que yo vuelva a caer en la dulce tentación de su lado de chocolate...

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