Agua en Agosto


Algo que a estas horas de la noche se me antoja común en los Agostos es el agua. Algunos pensarán que debería ser más bien lo contrario: la sequía, el amarillento del paisaje, los campos agostados, las gargantas secas por el aire que quema, y ese tipo de ideas más apropiadas para la temporada. Pero es que mi cabeza va por libre por si alguno todavía no se ha dado cuenta.
Son noches regando las plantas con una regadera y removiendo las tierras con un tenedor, noches a la fresca del patio de la Dionisia. Son noches a la orilla del río (y vi que estabas mu sola, vi que te habías dormido, vi que crecian amapolas) Son noches recorriendo las calles de Málaga y patinando sobre estas mismas chanclas que en sus orígenes patinaban exactamente igual a como lo hacen ahora, sobre las calles de Madrid recién regadas, recién despegadas del bochorno que se pega en ellas al mediodía. Son noches corriendo por el césped allí en Valencia, limpiando los restos de una guarrincana, o celebrando la victoria de nuestra Roja ,por fin, en un mundial. Son noches de locura saltando las verjas de las piscinas en un pueblecito al sur de Burgos, o callendo al pilón a deshora, o nadando en silencio en una piscina en un lejano verano en Torrevieja. Son noches en que mojábamos los pies en el mar, esperando algun pez mal aventurado, o un manojo de algas, esperando la noche, esperando ver amanecer otra vez en tus ojos, allí cerca del pedrusco del Ifach.

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