Acoso laboral. Una historia de evolución y desatribución de la importancia

 Ay qué aburrimiento por favor.

Siempre las mismas historias.

Siempre el mismo acoso

Siempre el mismo cuchicheo.


Hay quien no se cansa de nada de eso jamás. Necesitan una cabeza de turco que someter. Más todavía si la cabeza de turco está por encima. Esa actitud todavía está por debajo de los que se sientan a ver Telecinco y a valorar desde sus asientos si la vida de los demás es lícita o ilícita, según sus propias convicciones.


Es peor porque haga lo que haga, en este caso, la protagonista de la historia, siempre está mal. Así que me relajo y lo disfruto. Me engrandezco con el tiempo que me dedican. Me vengo arriba. Total, haga lo que haga, siempre les voy a resultar inalcanzable, fuera de ley, más lejos cuanto más me critiquen. Y no pueden dejar de hacerlo. Aunque les rinda pleitesía, que ya lo intenté. Absurda de mí también, por aquel entonces. No entiendo por qué me dio tanto miedo seguir sola, si la mía es la mejor compañía que puedo ofrecerme.


Atacarán y dolerá siempre un poquito. Siempre que le preste atención, cosa que últimamente también me cuesta, por cierto. Tengo que esforzarme en hacerles caso, porque es como si vivieran al otro lado de donde se acaba lo que me importa y me acompaña. No hay sitio para ellas en mi vida.


Las miro en una rutina normal y corriente de un día de guerra cualquiera: hoy.


Yolanda pierde su batalla y lo reconoce al levantarse para comerse una palmera de las que nos traen los transportistas a modo de detalle. Teniendo en cuenta la importancia que le da a las cosas absurdas, cuando la interesa, es probable que esta noche llore en la cama. (Yolanda pesa unos 100 kg y está haciendo dieta desde hace unos meses, pero el suelo de la oficina sigue temblando cada vez que se levanta a la fotocopiadora).

Dice que su reloj marca que tiene una hora y cuarto de sueño profundo. Lo que yo me pregunto es cómo puede tener sueño profundo semejante bruja. Igual el sueño profundo es algo inherente al ser humano, como cagar.


¿Y el chihuahua ese? Me la imagino mirándose al espejo por la mañana, pensando en cuánto queda por trepar para llegar a donde yo me encuentro. En cómo hacer para superarme, en dónde rebuscar para encontrar los fallos de los que me avergüenzo. Para ir a donde me duele y mear por encima. Es tan patética. Si mide por lo menos 25 cm menos que yo, en su vida va a poder estar por encima, por más que lo quiera.


Lo de Eva ya creo que es una inercia. Es una de esas personas que es así. Que disfruta odiando a todo el mundo. Es borde, es seca, y además disfruta viéndose envuelta en una batalla de odio y pensando que siempre tiene la razón. Estoy segura de que ella misma sabe cómo es de insoportable y conoce bien esa manía propia de siempre tener la razón. Estoy segura de que conoce sus puntos débiles, porque es deportista. Y se la da bien la lucha, en cierto modo. Sabe esconderse, pero esconderse hasta ver clara la oportunidad de triunfo al fin y al cabo, no es juego limpio: es de cobardes. Mala deportista será


Comentarios

Entradas populares de este blog

La de la esquina doblada

cómo se aprecia

Bisolvón antitusivo, el jarabe que más me pone!!