Y así sea...


Cuando llegué bailaba a mi ritmo, no era el más acompasado de todos pero era mi ritmo al fin y al cabo. No me preocupaban demasiado los colores, los comportamientos, las sonrisas... sólo seguir siendo tal cual sin dejarme lapidar por madrid y sus normas. Empeñada en ser pero sin valor para llegar a ser, empeñada en saltarme el escalón, en obviar los procesos vanos, pura burocracia, vamos a lo práctico. Y tú te sentabas en tu trono cada día intentando ganarte una vez más la súplica de un súbdito arrtodillado. Necesitabas un espejo en el que mirarte y un punto de referencia con el que comparar tus virtudes. Y yo, que no suelo compararme, contenta con lo mío, aunque insuficiente, comencé a apreciar los colores, los comportamientos, las sonrisas... convenciéndome de que a más metas ansiadas, más metas conseguidas. Ambiciosa quise y quise y quise y pedí y pronto ya tenías con quién compararte y sobre quién triunfar. Quisiste ser la primera para que siempre te sucediera una segunda. Y así sea.

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